sábado, 26 de octubre de 2024

RICOS Y POBRES EN LA IGLESIA

 

     “Difícilmente entrará un rico en el reino de Dios” (Mt.19.23-24); sin embargo, hablando de quien dijo estas palabras el apóstol Pablo aseguró que “por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2-Co.8.9). Nuestro Salvador quiere, pues, que seamos ricos  a fin de que nos conduzcamos honradamente para con los de afuera, y no tengamos necesidad de nada” (1-Ts.4.12); es más, “para que tengamos  qué compartir con el que padece necesidad” (Ef.4.28).

   Lo que sí es condenado en las Sagradas Escrituras es la actitud burguesa e indolente de los que piensan que con el dinero se puede comprar absolutamente todo. A ellos les está dicho: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.  Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. (Ap.3.17-19).

   Existe un principio de igualdad socio-económica en el Reino de Dios (vigente entre nosotros en su actual etapa de desarrollo) que puede colmar las expectativas de justicia social entre el pueblo de Dios. Este principio doctrinario está expresado claramente en 2-Co.8.13-15: “Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez,  sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.

   Con ello nuestro Padre Creador quiere que en su “casa”, la cual somos nosotros (Mal.3.10; He.3.6),  haya alimento suficiente para todos por igual, y no solo para quienes administran. Este alimento no solo se traduce en dinero o comida sino en todo el bien común que necesitamos como seres humanos. Los cristianos consecuentes con la rendición de cuentas que hemos de hacer ante el tribunal de Cristo (Ro.14.10; 2-Co.5.10) debemos ser responsables con el manejo de los talentos que nos fueron entregados, procurando no ser conniventes con nadie en el manejo indecente o inapropiado de los mismos, ya que no debemos ser cómplices de las tinieblas o participar en pecados ajenos (Ef.5.11;  1-Ti.5.22).

 

 


sábado, 28 de septiembre de 2024

DISFRUTANDO LA LIBERTAD

 

   Muchas interpretaciones se han dado al significado de la historia de Israel, la obra de Jesucristo y a los escritos del Nuevo Pacto o Testamento. A pesar de ello existe el consenso general de que la Biblia constituye la revelación escrita del Dios Supremo y personal, y que lo que va en contra de ella lo hace contra la Verdad.

   Pero así como el árbol se conoce por sus frutos (Lc.6. 43-44), así mismo lo bueno o malo de cada una de estas interpretaciones, que han generado la creación de tantas sectas o grupos diferentes, se puede evaluar por los beneficios con que a través de ellas se pueda llegar a liberar a la Humanidad de sufrimientos e injusticias, no solo a nivel  individual sino colectivo, algo que pueda producir vida digna y abundante ahora, y asegurarnos un destino feliz aun después de la muerte física.

   Ese enfoque positivo indudablemente recae en la concepción del Reino de Dios como un plan de salvación integral en el que los individuos, después de un genuino arrepentimiento, se integran realmente con otros creyentes para desarrollar los principios de este “nuevo régimen del Espíritu” (Ro.7.6), convirtiéndose de esta manera en verdaderos “miembros del Cuerpo de Cristo” (Ef.4. 15-16) para que con una fe no muerta puedan vencer al mundo de indiferencia y desamor que mata lentamente la vida y los anhelos de millones de “maltratados” (He.13.3) que esperan no tan solo la mano compasiva de un “buen samaritano” sino también el que se puedan convertir ellos mismos en agentes organizados de bendiciones  (2-Co.1.20; He.13.20-21), con las que nuestro Rey Salvador quiere colmar nuestras esperanzas de justicia y dignidad.

 


miércoles, 14 de agosto de 2024

REALIDAD Y BIEN COMÚN

 

   Después de estudiar serena e imparcialmente el tema del Reino de Dios no es difícil llegar a la conclusión de que este gobierno se haya vigente en medio nuestro, en el entendimiento que fue transferido de Israel a la Iglesia y tendrá con el regreso del Salvador su plena y gloriosa consolidación.

Esto lo aceptan la mayoría de quienes leen la Biblia para indagar sobre los planes del Creador para con la Humanidad. Pero hay otro aspecto a considerar, sin el cual todo quedaría en el imposible de las utopías. No es algo que debamos inventar, ha estado  al alcance de nuestros ojos, solo que a veces es necesario esperar a que el tiempo descorra el velo de nuestra comprensión.

 Se trata del principio según el cual el pueblo de Dios  debe integrarse  realmente como verdaderos miembros del Cuerpo de Cristo, puesto que no es la verdad particular de algunos individuos o grupos la que nos pueda unir sino la realidad humana y el bien común con lo que se podrá experimentar y evidenciar las virtudes del nuevo régimen de este gobierno que nos ofrece y da vida abundante y eterna desde el mismo momento en que decidimos participar en él…para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. (Ef.4.14-16 Véase también 2-Co.6.14-18).

 

 


lunes, 12 de agosto de 2024

GOBIERNO EN LA IGLESIA

 

       El gobierno en la Iglesia es teocrático, pero de naturaleza comunitaria, no estatal. La misma Iglesia constituye una nación (1P.2.9) pero es conveniente recalcar que el pueblo de Dios, cuyo jefe o cabeza de gobierno es el rey Jesucristo (Ef.1.17-23), no es co-gobernante con la autoridad de algún Estado, porque “ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro” (Lc.16.13); por eso, “dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Lc.20.25); es decir, la Iglesia es autónoma.

    Ahora bien; en un correcto proceder bíblico, el gobierno divino dentro de una comunidad de creyentes es ejercido por un grupo de fieles que reúnen los requisitos para ello (1-Ti.3.1-8; Tit.1.5-9). Estos varones son llamados sobreveedores, obispos, pastores o ancianos (que en el principio tenían el mismo significado) y que en conjunto se les denominaba como “presbiterio” (1 Ti.4.14).

    En tiempos apostólicos siempre se nombraban varios de éstos ancianos o pastores para constituir el presbiterio de cada congregación o iglesia local, y ahora no hay razón para que sea diferente. Esto no descarta el que pueda existir en toda congregación un representante legal autorizado por su mismo presbiterio. No es bíblico que una sola persona ejerza toda la autoridad en una comunidad o congregación cristiana. Las dictaduras no son válidas dentro del Reino de Dios, como tampoco es válido cualquier proceso democrático en los que creyentes “carnales” (1-Co.3. 1-3) y muchísimo menos la gente común o incrédula tomen parte en las decisiones administrativas de cualquier entidad verdaderamente cristiana.

   El liderazgo en organismos bajo el reinado de nuestro glorioso Rey Salvador tiene demasiada importancia, pues éstos administradores de la gracia divina pueden llegar a tener el gran honor de haber “dado oportunamente el alimento a las ovejas”, o por el contrario, que después de haber “golpeado a sus consiervos” sufran el duro castigo de los hipócritas (Mt.24.45-51).

 

 


miércoles, 15 de mayo de 2024

COLONIAS DEL REINO DE DIOS

 

   Nuestro Salvador, como Cordero de Dios, hizo méritos para ser el líder natural y sobre natural  en el plan divino de salvación para la Humanidad. Cualquier ser humano, después de un sincero arrepentimiento personal, puede convertirse socialmente, en miembro del Cuerpo de Cristo para dar y recibir beneficios en su interacción con sus compañeros de peregrinaje (1-P.2. 11-12).

    La vocación de estas comunidades, actuando como colonias del Reino de Dios, en procura de una relación íntima y permanente con el mismo Espíritu del Creador es el servicio a los demás hermanos; y puesto que todas estas “colonias” tienen las mismas intenciones el resultado es que en ellas no hay “maltratados” (He.13.3) ni necesitados(Hch.4. 34-35). Ellos reconocen a los que trabajan en la administración de la gracia divina para que desarrollen bien sus funciones, una de las cuales es la distribución equitativa (2.Co. 8.13-15) de los bienes materiales de estas comunidades.

    Por eso mismo rechazan a los que pretenden egoístamente, por medio de artimañas y sofismas, apoderarse injustamente de tales recursos  o hacer uso inapropiado de los mismos. Tienen muy presente que no deben ser cómplices de las tinieblas (Ef.5.11) ni participar en pecados ajenos (1-Ti. 5.22), pues ya conocen la malicia del Adversario, y por eso no le dan lugar (2-Co.2.11; Ef.4.27).

   Denunciar la corrupción y las injusticias en los reinos o gobiernos del mundo tal vez sea producto del valor cívico o del patriotismo; pero dentro del pueblo de Dios reprender las conductas o procederes que van en contra de los principios del Reino del Mesías es una obligación, siempre y cuando se haga bajo los parámetros indicados en las Sagradas Escrituras (Mt. 18. 15-17).

 

 


lunes, 25 de marzo de 2024

VISIÓN, PASIÓN Y DISCIPLINA

 

    La superación personal vista con pasión y disciplina es también una gran manera con la que el hombre puede llegar a la esfera de lo divino. Y,  así como desde lo conceptual o teórico se puede  concretar y llegar a  conquistar grandes metas en la vida, así también el mismo Dios se ha propuesto, motivado por su inmenso amor, concretar su plan de salvación para la Humanidad, proyectando su gobierno en su propio pueblo, los  que ahora son sus devotos en cualquier parte del planeta Tierra. La soberanía de este nuevo régimen del Espíritu divino con cobertura en las comunidades de personas que deciden aceptarlo y consolidarlo, es lo que se denomina Reino de Dios.

   Nuestro Salvador quiere que su reinado sea hecho realidad, que se haga evidente para todos en esta etapa de su desarrollo, similar al crecimiento de un árbol. Para ello es necesario que sus seguidores se integren unos con otros de manera organizada, como los verdaderos miembros de su Cuerpo. Porque aunque la mera palabra es casi siempre “dulce al paladar”, y la realidad dolorosa, es a través de esta (de la realidad),  con la que el pueblo de Dios, debe “anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1-P.2.9).

   Nuestra participación en el Reino, debe ser activa, pues debemos ser COLABORADORES de Dios (1-Co.3.9), trabajando para esta gran obra (Col.4.11);  porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.” (2-Co.1.20). Nuestro Salvador desea que tengamos vidas plenas y abundantes (Jn.10.10). Con “acciones justas” (Ap. 19.8) seremos “dignos del Reino de Dios (2-Ts.1.5) tanto en la actualidad como en su plenitud (Mt.25.34), tanto en esta vida como en la otra.

 

 


lunes, 4 de marzo de 2024

EL CUERPO REAL DE CRISTO

 

      La comunidad de creyentes, es decir, la Iglesia, es nombrada como el Cuerpo de Cristo. Tal expresión no es mero adorno. Señala la dimensión social de la salvación. Sólo haciendo parte de este pueblo especial podrá una persona probar y dar carácter a su vocación de vivir bajo la soberanía del Rey Jesús, pues en el sometimiento a su gobierno o Reino podrá, como individuo o comunidad, “ que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1-P.2.9-10), para que “…siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Ef.4.15-16).